Especial para Infobae de The New York Times.
SAN FRANCISCO — Hace meses, los fabricantes de chips informáticos parecían estar en la cima del mundo.
Los clientes no se cansaban de comprar esos pequeños trozos de silicio, que funcionan como el cerebro de las computadoras y son necesarios en casi todos los dispositivos con un interruptor de encendido y apagado. La demanda era tan fuerte —y la dependencia de Estados Unidos de un fabricante extranjero tan preocupante— que demócratas y republicanos acordaron en julio un paquete de subvenciones de 52.000 millones de dólares que incluía ayudas para construir nuevas fábricas de chips en Estados Unidos.
Fabricantes de chips estadounidenses como Intel, Micron Technology, Texas Instruments y GlobalFoundries prometieron grandes expansiones en la fabricación nacional, al apostar por una creciente necesidad de sus productos y la posibilidad de las subvenciones federales.
Sin embargo, últimamente se están acumulando los suministros de algunos semiconductores, lo que podría ser una buena noticia para los consumidores, pero no para los ejecutivos de la industria. Sus audaces planes de inversión se están topando con una repentina e inesperada desaceleración de la demanda de aparatos electrónicos por parte de los consumidores, las nuevas restricciones estadounidenses a las ventas a clientes en China, el aumento de la inflación y la inusual perspectiva de una escasez simultánea de algunos chips y un exceso de otros.
Eso ha provocado que los fabricantes de chips, que habían estado esperando una inmensa demanda y una gran oportunidad, tengan que lidiar de repente con desafíos inmensos. Muchas de las empresas ahora se enfrentan a complejas cuestiones sobre si deben aumentar la producción y cuándo, en medio de la incertidumbre sobre cuánto puede durar la desaceleración actual de las ventas.
“Hace seis meses, habría dicho que estábamos en esta fase de hipercrecimiento”, comentó René Haas, consejero delegado de Arm, la empresa británica cuya tecnología de chips impulsa miles de millones de teléfonos inteligentes. Ahora, señaló, “estamos en una pausa”.
Los temores de una caída, que han causado el desajuste de los valores de los semiconductores este año, son evidentes en los anuncios recientes de resultados de los fabricantes de chips. La surcoreana SK Hynix comunicó el miércoles una caída del veinte por ciento en sus ingresos y aseguró que su negocio de chips de memoria “se enfrenta a un deterioro sin precedentes de las condiciones del mercado”. Intel aportó más pruebas de un declive en sus resultados del tercer trimestre el jueves, incluyendo una caída del veinte por ciento en los ingresos y un cargo de 664 millones de dólares para cubrir las medidas de reducción de costos que se espera también incluyan recortes de puestos de trabajo.
El gobierno de Biden asestó su propio golpe este mes con un amplio conjunto de restricciones destinadas a impedir que China utilice tecnología estadounidense relacionada con chips. Las medidas restringen la venta de algunos chips avanzados a clientes chinos e impiden a las empresas estadounidenses ayudar a China a desarrollar algunos tipos de chips.
Eso perjudica a empresas de semiconductores como Nvidia, que fabrica chips gráficos que se utilizan para ejecutar aplicaciones de inteligencia artificial en China y en otros lugares. La empresa de Silicon Valley, que ya está sufriendo un fuerte descenso de las ventas de aplicaciones de videojuegos, estimó hace poco que las restricciones estadounidenses quizá reduzcan los ingresos de su trimestre actual en unos 400 millones de dólares.
Las sanciones pueden afectar aún más a las empresas que venden equipos de fabricación de chips, que en los últimos años dependían en gran medida de las ventas a las fábricas chinas.
Lam Research, que produce herramientas que graban obleas de silicio para fabricar chips, estimó que las limitaciones de China reducirían sus ingresos en 2023 entre 2000 y 2500 millones de dólares. “Hemos perdido algunos clientes muy rentables en la región de China, y eso continuará”, afirmó Doug Bettinger, director financiero de Lam, durante una conferencia de resultados la semana pasada.
Applied Materials, el más grande fabricante de herramientas para la creación de chips, también reveló que las ventas se verían afectadas por las restricciones. El miércoles, otro fabricante de herramientas para el desarrollo de chips, KLA, aclaró que sus ingresos del año que viene quizá se reducirán entre 600 y 900 millones de dólares, pues disminuirán las ventas de equipos y servicios a algunos clientes en China.
La preocupación por la competencia extranjera no es nada nuevo en el sector de los semiconductores, conocido por sus ciclos de auge y caída. Pero rara vez se ha enfrentado a un actor tan potente como Taiwan Semiconductor Manufacturing Co., cuyas fábricas en la isla producen chips que diseñaron empresas como Apple, Amazon, Nvidia y Qualcomm.
China reclama como territorio propio a Taiwán, lo que supone un riesgo potencial para el suministro de chips. Eso ha contribuido a impulsar el apoyo bipartidista reciente a la legislación sobre chips de Estados Unidos, que el presidente Joe Biden ha impulsado con fuerza.
Biden viajó a Ohio el mes pasado para asistir a la inauguración de un campus de fabricación de Intel de 20.000 millones de dólares. El jueves, visitó un lugar cerca de Syracuse, Nueva York, donde Micron se comprometió a gastar hasta 100.000 millones de dólares en veinte años en un gran complejo para fabricar chips de memoria, un proyecto que calificó como “una de las inversiones más importantes de la historia de Estados Unidos”.
Esas plantas serán necesarias en algún momento, señalan los ejecutivos de la industria. No obstante, ahora están lidiando con el descenso repentino y brusco de la demanda de chips.
El problema sobre todo es grave con los procesadores y chips de memoria, que realizan cálculos y almacenan datos en computadoras personales, tabletas, teléfonos inteligentes y otros dispositivos.
Esos productos estaban de moda cuando los consumidores trabajaban desde casa durante la pandemia de coronavirus. Pero ese auge se ha enfriado, y las ventas de computadoras personales cayeron un quince por ciento en el tercer trimestre, según cálculos de International Data Corp. La empresa de investigación también predijo que las ventas de celulares caerían un 6,5 por ciento este año. La demanda se ha visto atenuada por la inflación, así como por el prolongado confinamiento por COVID en China, según los analistas.
Al mismo tiempo, los inventarios de chips se acumulan. Los fabricantes de ordenadores, asustados por la escasez, compraron más componentes de los que acabaron necesitando, explicó Dan Hutcheson, investigador de mercado de la empresa TechInsights. Cuando la demanda de los clientes se agotó, empezaron a recortar los pedidos.
“Se observan múltiples problemas que convergen”, aseguró Syed Alam, que dirige la práctica global de consultoría de alta tecnología de Accenture, incluyendo los semiconductores.
Handel Jones, director general de International Business Strategies, predice que las ventas totales del sector de los chips seguirán creciendo un 9,5 por ciento este año. Pero espera que los ingresos disminuyan un 3,4 por ciento, hasta alcanzar los 584.500 millones de dólares el próximo año. El año pasado predijo un crecimiento anual constante para la industria de los chips desde 2022 hasta 2030.
Entre las señales de alarma se encuentran los resultados del segundo trimestre de Intel, anunciados en julio. La empresa registró una pérdida inusual y una caída del 22 por ciento en los ingresos, y culpó a sus propios errores y a los clientes que redujeron los inventarios de chips.
En Micron, el ambiente también cambió rápidamente. En mayo, la empresa hizo una presentación optimista en un evento para inversores en San Francisco sobre la demanda a largo plazo de sus chips de memoria. Al mes siguiente, advertía de la ralentización de la demanda y la caída de los precios de los chips.
En septiembre, la empresa informó una caída del veinte por ciento en los ingresos del cuarto trimestre. También recortó el gasto previsto en fábricas y equipos en casi un 50 por ciento en el ejercicio fiscal actual.